Trabajo científico, política y cultura en las universidades públicas.

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Irma Lorena Acosta Reveles, Veronika Sieglin Suetterlin (compiladoras)
MAPorrúa, México, 2013

CELIA G. RODRÍGUEZ BARRIENTOS

CIENCIA UANL / AÑO 18, No. 73, MAYO-JUNIO 2015

Coordinado por las doctoras Irma Lorena Acosta Reveles y Veronika Sieglin Sutterlin, el libro Trabajo científico, política y cultura en las universidad públicas muestra diferentes perspectivas enfocadas en dar a conocer la investigación de primer mundo. Las coordinadoras invitan a reflexionar, a través de siete trabajos, sobre la problemática de quienes están implicados en la generación de conocimiento y los criterios que rigen la investigación en las universidades. Los fines de la ciencia están condicionados socialmente, sería una aseveración de la mayoría de las personas acerca de la investigación, sin embargo, Víctor Figueroa, en “El trabajo científico y las universidades en la estrategia de la globalización”, muestra los cambios en el rol de los agentes que intervienen en la producción y la aplicación del conocimiento en los últimos años.

Una de las ideas centrales que propone Figueroa es que los trabajadores intelectuales y las universidades públicas son despojados en buena parte de su capacidad para definir sus propios objetivos de trabajo, siendo empujados a desenvolverse con arreglo a las demandas de las empresas. En esta dinámica, el Estado funciona como un intermediario entre la universidad y la empresa, y fortalece el Sistema Nacional de Innovación (SNI). Un aspecto interesante que menciona es que un SNI bien establecido permite que las empresas transnacionales lleven a cabo actividades de IyD innovativa, que por lo general se da en países desarrollados; sin embargo, en países subdesarrollados como América Latina corresponde a IyD adaptativo, que se refiere a trasladar tecnología de países desarrollados, la cual se ajusta a las necesidades locales.

Las políticas de ciencia y tecnología para la región en las que más se ha insistido es el apoyo a la investigación y al desarrollo, según necesidades específicas de las empresas; protección de la propiedad intelectual y promoción de vínculos entre la comunidad de negocios y la comunidad científica. Al establecerse un colonialismo científico en el que la clase empresarial es la más beneficiada, se olvida el sentido social de la investigación, e incluso el trato entre científicos de países desarrollados y de la región es inequitativo. Diversos factores como la globalización han venido a generar una mayor desigualdad.

Figueroa, en uno de sus apartados, describe las universidades de la región a través de las funciones que se espera que cumplan: la producción de conocimientos, la producción de fuerza de trabajo calificada, entre otras. Enseguida, el autor expone que las universidades de América Latina no han logrado cumplir por lo menos con el primero de los propósitos mencionados, y una de las razones que menciona como principal factor es la mercantilización de la educación.

México tiene capital intelectual capaz de innovar, de ir más allá de adaptar conocimientos de países desarrollados a necesidades locales, de contribuir al desarrollo del país de una manera equitativa y justa. Sin embargo, hay que trabajar por el cambio de diversas políticas que rigen el quehacer científico y que limitan este tipo de actividades.

Por otra parte, María Elena Ramos Tovar, en el artículo “Valoración del trabajo académico y su impacto en salarios y estímulos económicos entre investigadores mexicanos”, enfatiza la relación entre la calidad académica y el nivel de salario, compensaciones y estímulos económicos a la productividad entre científicos mexicanos. En la introducción, explica el papel del docente como fortaleza de las universidades y que, a pesar de esto, las condiciones laborales y el salario no son del todo favorables.

Ramos Tovar estructura su proyecto en dos temáticas a discutir: las universidades y la relación que existe con la “economía del conocimiento”; y las políticas educativas en México y, en particular, el análisis con respecto a los salarios de los profesores universitarios y el sistema de compensaciones al que acceden.

En el primer apartado, describe la economía del conocimiento, y concluye que se ha puesto en marcha el neoliberalismo en el ámbito educativo, redefiniendo las funciones, actores y metas acordes al mercado. Explica a detalle las modificaciones que han sufrido diversos aspectos relacionados con el docente y que la mercantilización juega un papel importante.

Algunas veces llegamos a pensar que el trabajo académico es justamente recompensado y evaluado; sin embargo, en el apartado dos explica que valorar el trabajo de un académico ha sido una actividad compleja, debido a que mientras los académicos incrementan su capital intelectual, los salarios van en deterioro.

Asimismo, la autora expone su método de investigación: describe primero a los participantes de la investigación, en seguida describe el instrumento utilizado para obtener la información y presenta los resultados obtenidos; luego da una descripción más específica de las características laborales de académicos que participaron en las encuestas aplicadas.

El artículo es de suma importancia debido a que, como la misma autora expone, es un tema tan obvio que la mayoría de los académicos, intelectuales, alumnos y sociedad debate, pero no se ha llegado a documentar; y aquí me surge una pregunta ¿por qué?, si somos conscientes del valor de un docente en la vida de un individuo dentro de la misma sociedad.

En el apartado “Sueldos y estímulo: zona de silencio y oscuridad”, explica que, de acuerdo a la teoría del capital humano, el salario corresponde con las habilidades y productividad que un “empleado” genera. Además, describe los resultados de su investigación en función de cada uno de los factores que comprenden su tesis: “Género, edad, antigüedad y productividad son factores que impactan el nivel de salario/ingreso”.

Este tipo de investigaciones nos permiten escuchar la voz del docente y a la vez contribuyen a lograr el ideal de la labor académica, es decir, que tenga un mayor prestigio, con una mayor toma de decisiones, un mayor reconocimiento y mejores condiciones laborales y salariales.

Por su lado, Veronika Sieglin, en “Razón pragmática, modernización tecnocrática y estilos de liderazgo institucional. Un estudio comparativo entre universidades estatales y la Universidad Nacional Autónoma de México”, parte del supuesto de que predominan en el país por lo menos dos tipos de liderazgo: el representado por la UNAM y el de las universidades estatales; además, ahonda en la perspectiva de profesores investigadores que pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores.

En la introducción describe el proceso, supuestos e ideales del paradigma neoliberal en el ámbito educativo. Muestra lo logrado después de 25 años de la implementación del modelo, destaca el contraste entre universidades del estado y la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual se resistió a algunos aspectos clave de la modernización neoliberal y se sitúa, según la ARWU (Academic Ranking of World Universities), entre las mejores universidades del mundo.

Explica que, de acuerdo a Jürgen Habermas, hay una correspondencia entre los resultados de la modernidad y el modelo de racionalidad promovido. Sitúa lo anterior en el contexto de la universidad, en el que la modernización depende mucho de las características de la comunidad académica, en particular, de la relación entre comunidad universitaria y el liderazgo institucional; grupos que si no se mueven a la misma velocidad, crean cierto conflicto.

En un siguiente apartado, reflexiona sobre la racionalidad, que permite al lector comprender a profundidad la importancia de este concepto en la implementación de diversos paradigmas, en este caso, de la modernidad.

Una idea que considero importante es la forma en que muchos sociólogos entienden el desarrollo social como tránsito de un nivel de racionalidad de menor a otro de mayor. Este modelo puede ser considerado ideal, pero en algunos casos no es así, porque provoca muchos desajustes y la imposibilidad de lograr los objetivos planteados.

Sieglin explica el concepto de racionalidad desde la perspectiva de autores como Haber Simon, Kant, Theodor Adorno y Max Horkheimer; éstos últimos proponen “conjuntos racionalmente irracionales”, además, mencionan que la racionalidad e irracionalidad no se oponen, sino que ambas contribuyen al desarrollo de la sociedad.

Posteriormente, la autora describe el término “indicador”, al cual relaciona con el tema de mercado institucional. Dicho concepto puede ser un arma de doble filo, porque puede llevarnos a conocer la realidad de la institución, a darnos cuenta de que sucede en diversos ámbitos institucionales; y, partiendo de esto, analizarlos y considerarlos para trabajar y, si es necesario, mejorarlos. O sería causa de conflicto, si promueve la manipulación y la simulación en la calidad educativa.

En “El triunfo pírrico de la razón embustera”, Sieglin explica el prototipo de la universidad a través de diversos conceptos desde la resistencia y adaptación, mismos que algunos autores definen como inteligencia, y otros como causantes de reproducción de procesos y pérdida de autonomía. Continúa con los estilos de liderazgo y modernización de la educación superior; distingue cinco tipos de liderazgo, que dependen de la (re)producción de comunidades despolitizadas o enfrascadas en luchas internas que las dividen y que obstaculizan la construcción de solidaridades entre y en el interior de grupos profesionales y estudiantiles. Los cambios en la relación de fuerzas son capaces de desestabilizar los poderes hegemónicos, como mostró la historia de la UNAM.

Sieglin expresa un conjunto de tesis que guían el estudio acerca de la relación entre élites académicas, los liderazgos de universidades públicas mexicanas y la inclusión de las élites académicas en la toma de decisiones institucionales. Asimismo, describe la metodología a través de la muestra, el diseño del instrumento y los resultados, a través del título “Culturas de liderazgo y comunidades académicas: una comparación entre UNAM y universidades estatales”. Es necesario, concluye, el consenso entre líderes y comunidad académica para lograr los objetivos de la educación.